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Friday 18 de November de 2011, 13:00:46
VIGNEMALE CARA NORTE CLÁSICA 2007
Tipo de Entrada: RELATO | 5945 visitas

En julio del 2007 nos dio por intentar la vía clásica de la cara norte del Vignemale, que abrieron en los años treinta Bellocq y Barrio. Un viernes a la tarde llegamos a Cauterets y dejamos el coche en el párking de Pont d´Espagne (de pago) para subir a las Oulettes de Gaube con las últimas luces del día. (Esta foto del amanecer, es de nuestro amigo Josu Igartua).

Hay allí un buen refugio, con variedad de cervezas y creo recordar que hasta tiene un cartel que pone Aquí hablamos español de puta madre, pero mi hermano es un tanto señorito, muy sensible al ambiente de los refugios de madrugada, con los conciertos de  cremalleras que no paran de abrir y cerrarse, las bolsas de plástico ultracrujientes, los juegos de luces deslumbrantes de las frontales y, por supuesto, la compañía de los roncadores con los que cualquier día va a tener un disgusto gordo. Así es que acampamos en la pradera delante del glaciar, donde también hay agua abundante.

Como escalando solemos llevar un ritmo tropical, nos levantamos muy pronto, antes de amanecer. Avanzamos por el glaciar sin necesidad de crampones ni piolet. Llegamos enfrente del famoso filón verde de ofita que marca los primeros largos de la vía con un amanecer claro que prometía un día de tiempo espléndido. Teníamos a la izquierda la impresionante entrada al Couloir de Gaube, por donde parecía que descendía una corriente de aire frió y salían rebotando de vez en cuando alguna piedra más que mediana. La rimaya estaba bastante abierta y encima de ella ya había un par de cordadas metidas en la vía, lo que nos recordó que nunca es demasiado pronto para levantarte en el monte. 

 

El comienzo de la escalada fue un tanto accidentado; unos segundos después de saltar la rimaya y llegar al punto de encordamiento, el borde de nieve sobre el que habíamos estado se desplomó al interior de la grieta; en la primera reunión, alguien de la cordada que nos precedía plantó un pino que redujo bastante el espacio útil de la plantaforma; de arriba nos tiraron de todo y si no es por el casco... y hacia el tercer o cuarto largo, el estruendo de una avalancha de hielo y piedras cayendo de la pared de la Punta Chausenque nos puso los pelos de punta.

 

Pero todo esto daba más ambiente aún a la escalada, que para mí es lo que mejor la define: el ambientazo alpino que tiene. La aproximación por el glaciar, la profunda y oscura grieta del Couloir, los 800 metros de altura de la pared y también su inabarcable anchura que te hacen sentirte diminuto en medio de esa mole de piedra.

 

Con nuestro ritmo "tranquilo" no tardamos en perder de vista a las cordadas que iban delante. Encadenábamos largos y como en ningún momento fuimos ensemble, las horas iban pasando que daba gusto (y cierto temor). Encontrábamos de vez en cuando algún clavo, pero no demasiados y algunos te podían liar y guiarte fuera del itinerario, lo que dicen que es el mayor peligro de la pared, especialmente salirte por la derecha de la arista intermedia (la parte más bonita de escalada) y entrar en la Chimenea de los Austríacos, que debe de ser un liada de mucho cuidado. No llevamos clavos y algunas reuniones las montamos un tanto precarias, allí donde se acababan las cuerdas. No quiero imaginarme qué tiene que ser rapelar toda esa pared con mal tiempo, buscando dónde y cómo montar un anclaje y la cantidad de piedras que deben de bajar zumbando por todas la canales.

Una vez terminada la arista intermedia de piedra caliza, entramos en la zona de esquistos rojos, con una travesía hacia la izquierda, otra pequena arista y una travesía a la derecha que desemboca en la gran arista de Gaube. La roca es bastante mala en esta parte y no hay muchos sitios donde meter cacharros, aunque hay alguna chapa de vez en cuando, pero la escalada sigue siendo fácil, muy bella y en un ambiente fabuloso.

Una vez en la arista, vuelve la caliza de calidad, sólo queda un largo de cierta dificultad con una fisura de tendencia a la derecha y, en fácil trepada, hasta la misma cumbre de la Pique Longe.

Por el oeste comenzamos a oir unos truenos. Unas onzas de chocolate, una barrita, quitar pies de gato, poner botas y bajamos por el glaciar de Ossoue a velocidad suicida, con la tormenta soplándonos en la nuca. Por Baysellance ya veíamos los rayos y a media hora de alcanzar por fin la tienda, nos pilló la gran ducha de final de jornada. 




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